Propato en juicio a Ford: "Un día fue una fuente de trabajo y otro la destrucción de tres generaciones"

Luego del primer testimonio de un ex trabajador en este juicio a Ford, Carlos Propato pudo por fin relatar ante un tribunal y de forma pública los sufrimientos que padeció durante el terrorismo de Estado por defender los derechos de sus compañeros mecánicos. El ex trabajador de la automotriz de origen estadounidense declaró ante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de San Martín, que juzga hechos que tienen como imputados a dos ex directivos de la empresa, Pedro Müller, ex gerente de manufactura, y Héctor Sibilla, a cargo de la seguridad interna.


Fue una jornada tensa y agotadora. Propato declaró por casi cinco horas y debió padecer los debates sobre las formalidades del proceso mantenidos entre los abogados, la carcajada de uno de los integrantes del tribunal cuando la víctima nos trajo recuerdos irónicos de momentos de infortunio en la cárcel y ciertas desprolijidades técnicas. Cuando transcurría una hora de su testimonio, se cortó la comunicación con el tribunal de Rosario que sigue el juicio y sonó un guitarreo por los parlantes de la sala que demoraron el testimonio por más de diez minutos.

Propato aseguró que su intención "no es hacerme la víctima, porque lo que me pasó a mi, nos pasó a miles", y destacó los significados de Ford para su vida, después de que considerara tan importante el haber conseguido un empleo en dicha automotriz: 
"Ford un día fue una fuente de trabajo y otro la destrucción de tres generaciones (...) Me hicieron torturar dentro de la fábrica y trabajé quince días que no me pagaron"

La producción

Propato ingresó a Ford en 1970, con veintidós años, como operario simple de la Sección de Pintura y alcanzó al cabo de algunos años la máxima categoría obrera en el taller donde se desempeñaba. "Era un trabajo importante para mí", señaló Propato, quien entonces había formado familia junto a una muchacha más joven que él, con quien tenía, al momento de su secuestro, el 13 de abril de 1976, una niña recién nacida y un hijo de dos años.

Foto: Lucrecia Da Representacao

Hacia mediados de 1972, Propato comenzó a interesarse por las cuestiones gremiales, a raíz de distintos padecimientos que sufría junto a sus compañeros. Según declaró, él mismo debió asistir a la enfermería en más de una ocasión por el decantamiento de restos de pintura y plomo en estómago y pulmones. Mejorar las condiciones de trabajo y conseguir máscaras para no trabajar a pulmón abierto fueron unos de los reclamos y conquistas más sentidas en aquel entonces, "aunque muchos hombres ya estaban condenados". "Empecé a ver algunas injusticias y a colaborar, a participar y me dieron la oportunidad de ser delegado gremial", recordó.

También trajo ante el tribunal otro de los grandes ejes del conflicto laboral de aquellos años: los ritmos de trabajo. Promediando la mitad del año 1974, comenzó a sentirse el aumento de la velocidad de producción. En su sección, en varias ocasiones debieron frenar la maquinaria, porque no llegaban a terminar sus tareas mientras se desplazaban las carrocerías por la línea de producción.

La represión

En tanto que los abogados defensores planteaban objeciones contra la querella, el presidente del tribunal prácticamente dirigió él mismo el proceso de preguntas. Bajo esta forma transcurrió prácticamente todo el relato de Propato sobre el momento represivo.

Propato recordó, en el mismo sentido en que lo hizo Pedro Troiani unos días atrás, la militarización del predio fabril de General Pacheco y el endurecimiento de la postura patronal una vez consumado el Golpe de Estado, el 24 de marzo de 1976. El ex trabajador contó sobre las primeras reuniones con la dirección de la empresa y la advertencia hecha por los directivos de que se pusiera fin a las actividades gremiales en la planta: "Desde ese día perdimos todos los fueros (...) éramos perseguidos, no podíamos movernos y tener información de lo que sucedía en otro lado".

El 13 de abril de 1976, Propato empezó aquel martes como cualquier otro día laboral. Pasadas las once de la mañana, el capatáz de la sección le indicó su relevo. Propato se quitó la máscara y los guantes y de inmediato observó a ocho soldados vestidos de fajina con armas largas: "Te buscan", le informaron. Propato pidió a un compañero que avisara en su casa, porque imaginaba que estaba en problemas. "Marche", le ordenó un oficial, y ante la inquietud por buscar sus documentos al vestuario, comenzó a recibir golpes y culatazos. "Estaba muy asustado, para mi vida es el comienzo de un calvario", explicó al tribunal.

Propato fue llevado con el traje de trabajo a uno de los quinchos que la empresa tenía en su predio, donde se había levantado desde hacía unos meses un "pequeño cuartel". Su traslado hasta allí fue hecho, según recordó, esposado y en una camioneta F100, con caja cubierta especialmente preparada en aquellos días. El vehículo -precisó- pertenecía al sector de choferes y logística de la empresa.

Foto: Lucrecia Da Representacao

El relato a partir de este momento se hace trágicamente monótono: el tribunal oye de boca de Propato tormento tras tormento sufridos aquel día de su secuestro en el quincho, durante los aproximadamente cuarenta días desaparecido en la Comisaría de Tigre y durante el año que pasó entre el penal de Villa Devoto y el de Sierra Chica. De sus horas maniatado, golpeado e inslutado en el quincho de Ford, recordó: "Tenía los ojos inflamados, nos tiran y nos pegan de todas formas. Me ponen una bolsa plástica en la cabeza, me ahogo y me quedo sin aire, pero Pedro le hizo un aguero a la bolsa". Pedro es Troiani, quien en su declaración de hace veinte días, ante este mismo tribunal, contó que entonces pensó que su compañero se encontraba ya sin vida.

Entre aquellos meses de suplicio constante, el ex trabajador recordó gestos de solidaridad que le dieron fuerza para sobrevivir. Así, en razón a la casi pérdida total de un ojo y a las fracturas de la quinta lumbar producto de las palizas recibidas, no olvidó de mencionar el rol de un médico en el penal de Sierra Chica que le daba "una hora de libertad", así como, tras salir en libetad vigilada, la anónima generosidad de un quiosquero de la términal de ómnibus de Olavarría que le entregó de forma secreta e indirecta un sobre con un pasaje y plata y la de un colectivero de la Línea 60, que no le cobró el boleto. No era poco en una época en que "éramos leprosos por defender nusetro derecho que está escrito".

La rabia empresarial

Propato relató la tragedia con entereza, pero no pudo evitar que la impotencia de los recuerdos le provocara interrupciones para tomar vasos de agua que se transformaban de inmediato en tímidas lágrimas. La impotencia surgió sobre todo cuando hablaba de "estos señores" en referencia a los directivos de la empresa y la participación que tuvieron en su secuestro.

 

Propato contó que el Ejército se abastecía de combustible en la empresa para realizar sus tareas de control urbano y recordó además que Ford daba de comer a los soldados y oficiales: primero llevándoles comida al quincho donde estaban asentados, luego ofreciéndoles un sector del comedor de los trabajadores.

"Desde el 24 de marzo, la planta de Ford se transformó en un campo de concentración", señaló.

Luego de pasar más de medio día secuestrado y torturado en el predio de la empresa, fue trasladado -junto a otros trabajadores- a la Comisaría de Tigre. Allí fue interrogado por el oficial Molinari, quien disponía de mucha información personal y laboral de sus víctimas: "Esos papeles tenían el logo de Ford", apuntó Propato, quien además recordó que el mismo día de su secuestro, la empresa los intimó a presentarse al trabajo: "El día que estábamos en el quincho, llegaron los telegramas pidiendo que nos presentáramos en la fábrica a trabajar".

Recordó además que, estando en el penal de Sierra Chica, reconoció a un efectivo que trabajaba desde hacía años en la enfermería de la planta de Ford: "Todos conocíamos a Andrés", dijo para advertir la presencia de las tareas de infiltración que sufrían.

Por otra parte, Propato señaló en relación a los imputados Sibilla y Müller que ambos tenían máximas responsabilidades en la planta y que no podían de ninguna manera desconocer lo que allí sucedía, incluso quiénes eran las víctimas. Destacó, en este sentido, que de cien delegados fueron llevados sólo veinticuatro.

La defensa del ex gerente de manufactura atacó a Propato en este punto, tratando de generar inseguridad en el relato de la víctima, pero cuando intentaron que el ex trabajador de Ford se diferenciara como "combativo" y sugiriera una responsabilidad exclusiva de la dirección del SMATA en los hechos, Propato indicó que la responsabilidad sindical podía existir, pero que no había diferencia entre los delegados. En este sentido, el rol de la dirección de la fábrica era insustituible:

"Si alguien te va a buscar a una planta con entre cinco y siete mil obreros y dos a tres mil empleados, tiene que hablar con Personal".


por Alejandro Jasinski